LA MEJOR POSICIÓN EN QUE DEBE DORMIR UN BEBÉ
Los nuevos padres, y aun quienes han experimentado ya un alumbramiento, se inquietan por conocer la mejor posición en que debe dormir el bebé, pues temen que por estar mal acomodado pueda haber complicaciones que susciten problemas en su salud.
El mayor temor que sufren los padres al acostar al bebé para que duerma es que no despierte y sea víctima del llamado síndrome de muerte súbita o muerte de cuna. Este problema se suscita cuando las pequeñas células sensoriales que se localizan a lo largo de algunos vasos sanguíneos no son lo suficientemente maduras y no permiten que haya equilibrio entre la cantidad de oxígeno y dióxido de carbono en la sangre, aumentando con ello las posibilidades de que el pequeño deje de respirar (apnea del sueño) mientras duerme y se asfixie.
El problema se presenta con mayor frecuencia entre los 3 y 6 meses de vida, situación que coincide con el momento en que los bebés comienzan a tener sueño profundo, durante el cual presentan menor respuesta a los efectos que produce el bajo nivel de oxígeno cuando duermen.
Algunas investigaciones indican que pueden ser víctimas potenciales de este síndrome quienes suelen despertarse menos veces por las noches, ya que son incapaces de controlar su respiración automáticamente mientras duermen.
Los mismos estudios científicos revelan que durante el sueño los latidos cardiacos son lentos y la piel del chico adquiere coloración azul, por lo que en estos casos es necesaria la intervención de los padres para que los despierten; en ocasiones con solo tocarlo se activa el mecanismo que controla la respiración, pero en otras se requiere darle aire boca a boca.
¿Qué debe hacerse?
Por muchos años se creyó que la mejor posición para que el pequeño durmiera era boca abajo, ya que se consideraba habría menor riesgo de aspiración en caso de vómito o reflujo, mayor comodidad, sueño menos agitado, menos cólicos y que la oxigenación era mejor, sobre todo en niños prematuros; no obstante, el aumento de casos de muerte súbita en esta posición fue motivo de investigaciones por parte de la Medicina.
Sería hasta 1992 cuando la Academia Americana de Pediatría recomendó que los recién nacidos sanos debían dormir en decúbito dorsal (boca arriba), o de costado. Por su parte, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos confirmó en 1994 que la posición en decúbito dorsal o de costado durante el sueño de los lactantes era efectiva para reducir el riesgo de sufrir el síndrome de muerte súbita.
Sin embargo, sólo 53% de los chicos de un mes de nacidos permanecen en alguna de estas dos posiciones, pues son inestables y difíciles de mantener; el porcentaje aumenta conforme crecen, siendo común que terminen durmiendo boca arriba.
Algunos estudios concluyeron que además de procurar que el bebé duerma boca arriba o de costado es recomendable que, sobre todo en los primeros meses de vida, sus pies toquen el borde inferior de la cuna y su cuerpo se encuentre cercano a una de las paredes de la misma, ya que dicha práctica le da sensación de protección y lo acerca, aunque sea un poco, a lo que fue su estancia en el vientre de su madre.
Los nuevos padres, y aun quienes han experimentado ya un alumbramiento, se inquietan por conocer la mejor posición en que debe dormir el bebé, pues temen que por estar mal acomodado pueda haber complicaciones que susciten problemas en su salud.
El mayor temor que sufren los padres al acostar al bebé para que duerma es que no despierte y sea víctima del llamado síndrome de muerte súbita o muerte de cuna. Este problema se suscita cuando las pequeñas células sensoriales que se localizan a lo largo de algunos vasos sanguíneos no son lo suficientemente maduras y no permiten que haya equilibrio entre la cantidad de oxígeno y dióxido de carbono en la sangre, aumentando con ello las posibilidades de que el pequeño deje de respirar (apnea del sueño) mientras duerme y se asfixie.
El problema se presenta con mayor frecuencia entre los 3 y 6 meses de vida, situación que coincide con el momento en que los bebés comienzan a tener sueño profundo, durante el cual presentan menor respuesta a los efectos que produce el bajo nivel de oxígeno cuando duermen.
Algunas investigaciones indican que pueden ser víctimas potenciales de este síndrome quienes suelen despertarse menos veces por las noches, ya que son incapaces de controlar su respiración automáticamente mientras duermen.
Los mismos estudios científicos revelan que durante el sueño los latidos cardiacos son lentos y la piel del chico adquiere coloración azul, por lo que en estos casos es necesaria la intervención de los padres para que los despierten; en ocasiones con solo tocarlo se activa el mecanismo que controla la respiración, pero en otras se requiere darle aire boca a boca.
¿Qué debe hacerse?
Por muchos años se creyó que la mejor posición para que el pequeño durmiera era boca abajo, ya que se consideraba habría menor riesgo de aspiración en caso de vómito o reflujo, mayor comodidad, sueño menos agitado, menos cólicos y que la oxigenación era mejor, sobre todo en niños prematuros; no obstante, el aumento de casos de muerte súbita en esta posición fue motivo de investigaciones por parte de la Medicina.
Sería hasta 1992 cuando la Academia Americana de Pediatría recomendó que los recién nacidos sanos debían dormir en decúbito dorsal (boca arriba), o de costado. Por su parte, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos confirmó en 1994 que la posición en decúbito dorsal o de costado durante el sueño de los lactantes era efectiva para reducir el riesgo de sufrir el síndrome de muerte súbita.
Sin embargo, sólo 53% de los chicos de un mes de nacidos permanecen en alguna de estas dos posiciones, pues son inestables y difíciles de mantener; el porcentaje aumenta conforme crecen, siendo común que terminen durmiendo boca arriba.
Algunos estudios concluyeron que además de procurar que el bebé duerma boca arriba o de costado es recomendable que, sobre todo en los primeros meses de vida, sus pies toquen el borde inferior de la cuna y su cuerpo se encuentre cercano a una de las paredes de la misma, ya que dicha práctica le da sensación de protección y lo acerca, aunque sea un poco, a lo que fue su estancia en el vientre de su madre.
Otras recomendaciones importantes para que el sueño del pequeño no se vea afectado son:
Acueste al bebé en un colchón firme; una superficie blanda (sofás, almohadones o camas de agua) puede propiciar que se ahogue.
La cuna debe brindar absoluta seguridad. Por ejemplo, el espacio entre cada uno de los barrotes no debe superar 5 centímetros, además de que éstos deben estar recubiertos con material acolchado.
No deje nada suelto en la cuna que sea esponjoso (como juguetes o almohadas) que puedan obstruir nariz o boca; tampoco los utilice para dormirlo.
Procure que haya un poco de ventilación en la habitación en la que duerma y a una temperatura agradable.
Mucha ropa o mantas pueden calentarlo demasiado. Nunca use bolsas de agua caliente o frazadas eléctricas, ni ponga al bebé cerca del radiador o calefacción.
Póngale ropa de dormir (pijama o mameluco) en lugar de usar una manta o frazada.
Si decide usar una manta, tape al bebé del pecho hacia abajo, pasando sus brazos por encima de ésta, y meta los bordes debajo del colchón.
No permita que fumen cerca del bebé; los bebés de madres o padres que fuman corren mucho más riesgo de morir de muerte súbita.
Si le da pecho al bebé en la cama, asegúrese de que duerma boca arriba y de que a usted no la venza el sueño, ya que puede asfixiarlo con su seno; los pediatras recomiendan hacer esta tarea sentada en un sillón.
Nunca ponga al bebé a dormir en una cama para adultos que esté puesta contra una pared.
¿Junto a usted?
Aun en nuestros días, es costumbre que la madre acueste al bebé buscando una posición que les permita estar cara a cara, pensando que el chico así lo prefiere cuando mueve la cabeza buscando a mamá. Bien, pues investigaciones recientes han demostrado que las personas adultas expelen temible cantidad de dióxido de carbono a corta distancia, sobre todo si la manta forma un hueco frente a la cara del adulto, el cual puede desequilibrar los niveles de oxígeno del bebé durante el sueño.
Los mismos estudios recomiendan que los bebés prematuros sí duerman acompañados, ya que el contacto directo aumenta la temperatura de su piel, principalmente en climas fríos, además de que estabiliza el ritmo cardiaco del chico y reduce llanto y apneas durante el sueño.
Si usted decide compartir la cama con su hijo, asegúrese de que éste no quede atrapado entre el colchón y los bordes de la cama, pared, muebles o su cuerpo. Tenga en cuenta lo anterior si el pequeño supera los cuatro meses de edad, ya que con frecuencia cambia de posición durante el sueño.
La cuna debe brindar absoluta seguridad. Por ejemplo, el espacio entre cada uno de los barrotes no debe superar 5 centímetros, además de que éstos deben estar recubiertos con material acolchado.
No deje nada suelto en la cuna que sea esponjoso (como juguetes o almohadas) que puedan obstruir nariz o boca; tampoco los utilice para dormirlo.
Procure que haya un poco de ventilación en la habitación en la que duerma y a una temperatura agradable.
Mucha ropa o mantas pueden calentarlo demasiado. Nunca use bolsas de agua caliente o frazadas eléctricas, ni ponga al bebé cerca del radiador o calefacción.
Póngale ropa de dormir (pijama o mameluco) en lugar de usar una manta o frazada.
Si decide usar una manta, tape al bebé del pecho hacia abajo, pasando sus brazos por encima de ésta, y meta los bordes debajo del colchón.
No permita que fumen cerca del bebé; los bebés de madres o padres que fuman corren mucho más riesgo de morir de muerte súbita.
Si le da pecho al bebé en la cama, asegúrese de que duerma boca arriba y de que a usted no la venza el sueño, ya que puede asfixiarlo con su seno; los pediatras recomiendan hacer esta tarea sentada en un sillón.
Nunca ponga al bebé a dormir en una cama para adultos que esté puesta contra una pared.
¿Junto a usted?
Aun en nuestros días, es costumbre que la madre acueste al bebé buscando una posición que les permita estar cara a cara, pensando que el chico así lo prefiere cuando mueve la cabeza buscando a mamá. Bien, pues investigaciones recientes han demostrado que las personas adultas expelen temible cantidad de dióxido de carbono a corta distancia, sobre todo si la manta forma un hueco frente a la cara del adulto, el cual puede desequilibrar los niveles de oxígeno del bebé durante el sueño.
Los mismos estudios recomiendan que los bebés prematuros sí duerman acompañados, ya que el contacto directo aumenta la temperatura de su piel, principalmente en climas fríos, además de que estabiliza el ritmo cardiaco del chico y reduce llanto y apneas durante el sueño.
Si usted decide compartir la cama con su hijo, asegúrese de que éste no quede atrapado entre el colchón y los bordes de la cama, pared, muebles o su cuerpo. Tenga en cuenta lo anterior si el pequeño supera los cuatro meses de edad, ya que con frecuencia cambia de posición durante el sueño.
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